Comentario
El monacato occidental, que había alcanzado durante la época carolingia un importante nivel de desarrollo al calor de la propia utilización que los poderes públicos hicieron de los cenobios como centros evangelizadores y de formación de cuadros administrativos, no pudo resistir la crisis que arruinó al propio sistema imperial. Pese a los proyectos de reforma auspiciados por san Benito de Aniano y Luis el Piadoso en el sínodo de Aquisgrán (817) mediante la aprobación de las "capitulare monasticum" o "Codex regularum", que pretendían hacer volver al monacato a la primitiva observancia de la regla de san Benito, la disgregación de la Europa carolingia convirtió pronto en papel mojado tales intenciones. El triunfo de los poderes feudales con la consiguiente dependencia de los monasterios de los señores laicos, sólo interesados en el valor económico de las propiedades eclesiásticas, unido a las destrucciones de los ataques normandos, arruinaron en poco tiempo la labor realizada. Al igual que la Iglesia en su conjunto, el monacato sufrió una incontestable decadencia a lo largo del siglo IX.
Pese a la permanencia de importantes centros a nivel regional como Fulda en Franconia, Corvey en Sajonia o Saint Gall en Suabia, la regeneración monástica tendría lugar en la siguiente centuria, y de manera independiente, en regiones tan apartadas como Inglaterra (abadías de Evesham, Glastonbury, St. Albans), Francia (Bec, Brogne, Cluny), Alemania (Gorze, Hirschau) e Italia (Montecassino, Salento). Se trató de un fenómeno espontáneo y generalizado, como los "incendios forestales en el estío" (Knowles), que sin embargo encontró en las regiones de Borgoña, con Cluny, y de Lonera, con Gorze, sus principales focos de desarrollo.
Este renacer monástico resultó además decisivo al auspiciar en gran medida la reforma global de la Iglesia. El papel corrector, a nivel local, de los monjes sobre las actividades religiosas de los poderes feudales, permitiendo su progresiva independencia respecto a estos, o al menos la mejora moral de su patronazgo, potenció sin duda desde la base las realizaciones que a nivel estructural representaba la reforma gregoriana. Aunque las relaciones entre el éxito de Cluny y el renacer del Papado son motivo de disputa, parece evidente que ambos fenómenos operaban en la misma dirección de devolver la libertad a la Iglesia.